Ir a donde hace rato no ibas y encontrar que la compañía puede cambiar totalmente el aspecto del lugar y el sabor de la comida. Luego, caminar por donde ya habías caminado y ver cómo los andenes adquieren un nuevo significado. Una nueva forma de ver el mundo sentada al frente o al lado. Conmocionarte por el comportamiento adquirido, que no requiere poses ni máscaras, sólo sentarte y mirar una gracia torpe pero sutil.
Al final, en un andén a medio iluminar y con el frío metiéndose por la nariz, recapitulas el día y sonríes. Ese último instante hace que todo valga la pena.
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3 comentarios:
vale la pena seguir Jean, la madre que vale la pena
Esta tragado esta tragado lero lerito, lero candelero jajaajja
No, no vale la pena.
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